Por:
La Redacción
La fantástica y
prestigiada compañía francesa Maguy Marin nuevamente se presentó con éxito el
día de ayer, 19 de octubre en el Teatro Principal de la capital Guanajuatense,
tras dos funciones previas, en el marco del cuadragésimo primero Festival
Internacional Cervantino en punto de las 18:00 horas, presentando su puesta en
escena Salves (Salvos).
Maguy Marin
nació en Toulouse, Francia y es hija de padres españoles refugiados en Francia
tras la Guerra Civil, se formó como bailarina clásica pero siempre cuestionó a
la academia y su carácter creativo la llevó a la labor coreográfica, su idea es
que el baile no debe estar sujeto a los criterios estéticos rígidos, sino al
cuerpo expresándose con su intensidad y en sus obras mezcla usualmente teatro y
danza, como lo es en esta ocasión. Esta grandiosa obra artística la autora la ha
considerado como una suerte de manifestación política, una descarga de coraje y
furia para superar el mal sabor de boca sobrevenido tras las catástrofes del
siglo XX y emprender la reconstrucción.
La puesta en
escena hace referencia a momentos históricos clave del siglo pasado, en
especial a las guerras y a todas aquellos sucesos importantes que movieron al
mundo y provocaron una revolución en el pueblo.
La
obra inicia con luz, con siete actores en escena que siguen un hilo
(literalmente) y que posteriormente se pierden en la obscuridad, de ahí en más,
la obra transcurre dentro de las paredes negras dispuestas alrededor del
escenario y en la obscuridad, entre fragmentos de luz que se prende y se apaga
y que pareciesen pedazos de una cinta sin principio ni fin y que en numerosas
ocasiones se repite, con el propósito de comunicarnos que las generaciones
imitan la historia y se vuelven esclavas de la rutina. La muestra pasa por
varias épocas como la Guerra Civil Española y hace referencia a obras de arte
referentes como El Guernica de Picasso, además de otras obras más antiguas pero
también referentes a revoluciones y conflictos, como Los fusilamientos del 3 de
mayo de Goya y La libertad guiando al pueblo de Delacroix y otras más modernas
como la Estatua de la Libertad, leyéndose como esa incansable búsqueda de una
libertad que parece utópica en un mundo tan caótico.
En un momento se
lee en un muro “Cuando se está con la mierda hasta el cuello, sólo queda
cantar”, se trata sobre todo de la expresión de la decadencia y de la miseria
humana que se vive con el pasar de los tiempos, en medio de guerras, momentos
dolorosos y de la lucha un tanto inútil por sobrevivir, desde una perspectiva existencialista
la autora refiere a la pérdida de voz, de sentido y de libertad y a la propia
esclavitud individual que se autoimpone. Y una perspectiva nihilista donde no
se espera nada y donde las expectativas son bajas ante un futuro incierto y
poco prometedor, se vive atado a la rutina y al hecho de que sólo somos un
punto en este gran universo.
La obra además
hace énfasis en la transición al siglo XXI: es todo un caos donde el ser humano
no sabe qué hacer ni por qué lo hace, donde vive atado a las circunstancias y
en constante conflicto con el otro. Y concluye con una gran mesa perfectamente
dispuesta y frenéticamente acomodada por los actores, en donde reina el caos y
no existe sentido.
Sin
duda una puesta en escena con una perspectiva interesante por parte de la
coreógrafa francesa, que sabe que dentro del caos siempre existe la belleza y
que en esos sucesos a manera de destellos que transcurren en la oscuridad,
siempre existe esperanza.
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